Tuesday, January 24, 2006

¡El Pescado soy Yó!

Siguiendo con las crónicas de las dichas y desgracias de almorzar en el centro, ayer caí en la Pescadería Versalles. Localizada muy cerca de Escobar y Rosas, tiende a pasar desapercibida por aquellos que pasan rápidamente por esa calle, probablemente porque no despierta mayor confianza la nevera un poco sucia llena de pescados, bolsas de papas fritas, y quien sabe que más. No porque la "higiene" tenga algo que ver con el sabor. Hay cosas que hay que comérselas en su contexto para poder disfrutarlas como es. Por eso es que no me termina de convencer Club Colombia. ¿Porqué? Pues por lo que venía diciendo, no ven que como su nombre lo indica es fritanga, sobrebarriga, chorizo, chunchullo, etc.....pero de Club. Y digo Club como el Jockey, el Gun, y el Country: apolillado, exclusivo, de cubierto, lleno de gente "bien" con su camisa Polo, mocasines con jeans y carterita Loser Vuitton. Lo siento mucho pero ahí la longaniza no se la puede comer uno tranquilo.

En fin, el caso es que varios de mis colegas me habían amenazado con llevarme a este restaurante/chuzo localizado en La Candelaria que tiene fama de ser "excelente" y de tener "el mejor pescado del centro". Incluso me decían que es tan bueno que uno se encuentra a "los políticos" y a "los congresistas". Se nota que nuestra clase política tiene tan poco sentido del buen comer como de legislar. Pedí uno de aquellos platos que lo ponen a uno a delirar cuando lleva meses por fuera de Colombia: una mojarra frita con patacón y yuca. ¿Que tan jodido puede ser fritar un pescado y que quede crocante y doradito por fuera, jugoso y suave por dentro? Sin embargo, el almuerzo venía con la consabida sopita, así que me trajeron primero un caldo de....¿pescado? Yo no sé pero lo que a mi me trajeron ayer sabía era a Maggi, o a Doña Gallina, pero no a pescado. Me hizo acordarme del "caldito" que le dan a uno en las oficinas en esas mañanas gélidas y húmedas de Bogotá que sirve para evitar irse convirtiendo en una paleta adherida a un teclado. Me hizo acordarme además por ese sabor que le queda a uno en la boca y que no se va sino como hasta después de las cuatro de la tarde (el saborcito sólo se me fué después de bajarme un espresso doble, usándolo como una especie de Diablo Rojo anti-Maggi). ¿Pues claro, con ese precedente como podía la pobre mojarrita salvarse? Doradas y crujientes, pues sólo las aletas. El resto me tocó entrapado en aceite reciclado, posiblemente de algún taller del vecindario. En todo caso, después del caldo el pescado me supo a pollo de cubito. El túmulo de papas fritas de acompañamiento le servía de mortaja a la pobre mojarrita; gruesas, blandas, pálidas y también entrapadas de aceite. Se salvaron las croquetas de yuca porque eran de talego.

Dictámen final: Cae en la categoría de caro pero malo. Si van, echen la Sal de Frutas o el Alka Seltzer. No les quitará el mal genio vespertino pero ayuda a diluir el sabor de la grasa y el caldo de gallina.

2 Comments:

Blogger El Chico de la Tapa said...

Hombre, para mi la sola advertencia de que alla comen congresistas me hubiera convencido de declinar la invitación

6:52 PM  
Blogger Santiago said...

De acuerdo, creo que se puede usar como una buena seña de que no hay nada bueno para comer.

5:44 PM  

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